Una de las cosas que posiblemente se han perdido con la fotografía digital es el sentido de la humildad a partir de la frustración.
Me explico.
En tiempos de la película, como ya había comentado en otro post, no conocías el resultado final hasta que salias del laboratorio. Sí te dedicabas a hacer bodegones no había problema. En el caso de que la foto no te gustara, siempre podía repetirla. Pero no era así si te dedicabas al reportaje, o algo más al límite. Las BBC ( bodas, bautizos y comuniones. Terreno pantanoso…).
Para muestra, un botón.
Supongamos que tenías un evento a las 10:00 de la mañana, y que a las 12:00 debías presentar al cliente. Hacías tu trabajo, te ibas cómo alma que lleva al diablo al laboratorio a revelar la película, y en el mejor de los casos, hacer copias. Eso sí no eras de los valientes que disparaban diapositiva. Y cuando ibas a recoger el material, para llevarlos a redacción (después de haberte tomado un par de cafés al lado del laboratorio para pasar el tiempo), zas! Las fotos te han salido mal. Están mal expuestas, o movidas por que no calculaste bien, o simplemente se te escapó el buen disparo.
Y entonces, con esa mierda de material, te tenías que ir a redacción, o al cliente, a entregarle ese pastelón de fotos que no podías repetir. En ese preciso momento sentías que te movías en el espacio molecular que separa la suela del zapato del excremento que va a pisar. Y no podías hacer nada. Básicamente, la habías cagado. Y no te quedaba otra que aceptarlo. Habías herrado el trabajo, habías perdido una oportunidad, y habías quedado como un payaso. De ahí, sólo te quedaba aprender de tus errores. En definitiva, madurar. Tirar de acto de humildad, y superarte para la próxima vez…