Supongo que más de uno tiende a obsesionarse con los colores de sus imágenes. Malas noticias. El color es relativo.
Me explico.
Percibimos los colores gracias a los conos, que son los receptores que tenemos en los ojos para tal función. Su cometido es el de convertir las ondas electromagnéticas correspondientes a cada longitud de onda en una señal eléctrica que nuestro cerebro interpreta como un color. Éstos conos son el resultado de un proceso de generación celular. Partiendo de este punto, cada ser humano evoluciona desde su gestación de una forma diferente, en función de su herencia genética, así como de los factores ambientales durante su gestación. Esto hace que en el momento de nuestro nacimiento todos seamos ligeramente diferentes. Todos compartimos la misma arquitectura básica, pero todos somos diferentes. Y por lo tanto, nuestros órganos son todos diferentes en pequeños matices. Por la misma razón que la genética y nuestra evolución nos hace a unos más proclives a la perdida de cabellos, de problemas dentales o de visión, nuestra percepción de los colores tampoco es exactamente la misma. Para muestra, un botón. Si tomáis una hoja blanca, y la observáis intermitentemente con cada uno de vuestros ojos (primero con uno, y luego con el otro), os daréis cuenta de que cada uno de los ojos percibe el color blanco con una pequeña dominante. Seguramente podréis observar que uno de ellos percibe los colores con un tono más cálido que el otro. ¡Y eso con vuestros ojos!
Por lo tanto, nada os puede asegurar que otra persona percibirá los colores exactamente igual que vosotros. Obviamente el rojo es rojo para todos (o casi), y así con todos los demás colores. Pero nada os garantiza que los percibimos exactamente iguales.
Añadamos a esto los monitores con los que trabajamos. Basta con que os fijéis en las pantallas de una gran superficie comercial, que suelen estar reproduciendo la misma película. Todos son ligeramente diferentes. Entonces, ¿Cuál es el correcto?